Historias de un hotel: Mariola

Queremos compartir con vosotros las historias basadas en personas que han visitado nuestro hotel y que han descubierto aquí algo especial. Esperamos que las disfrutéis:

No soy la clase de persona que visita lugares apartados. Habitualmente, busco en Google el hotel más céntrico de la ciudad que vaya a visitar y reservo una habitación sin pensármelo. Jamás había tenido la necesidad de descansar o retirarme a la naturaleza; me gusta el ritmo frenético que llevo en Madrid. Sin embargo, la casualidad me llevó a un lugar especial que me descubrió un lado diferente de la vida.

El año pasado preparaba una colección cápsula para mi firma de moda (es una empresa relativamente nueva y eso me obliga a estar alerta las veinticuatro horas del día). El concepto de la colección era la montaña. Toda la línea de tejidos, estampados y colores estaba basada en la madera, la piedra, los arbustos, etc. Por eso empecé a investigar y a documentarme. Pasé horas y horas buscando imágenes de las sierras de España. Prácticamente me recorrí todas las montañas del país gracias a Internet.

Entonces encontré algo particular que llamó mi atención. Ahora, echando la vista atrás, me gusta pensar que fue cosa del Destino. Se trataba de la Sierra de Mariola, un enclave poco conocido situado en la frontera entre Alicante y Valencia. Me quedé maravillada por sus paisajes. Se trata realmente de un lugar especial que no esperaba encontrar en aquella zona del país. Fue entonces cuando, entre toda la información sobre aquellas montañas, encontré el nombre de Hotel Ferrero.

Pasé un buen rato en su página web, donde encontré bastantes fotografías y vídeos. Además, estuve leyendo opiniones de persona que se habían alojado allí en el pasado y quedé bastante convencida de que debía visitar aquel lugar. A pesar de ser todo lo contrario a lo que estaba acostumbrada, sabía que un hotel en mitad de la naturaleza, sin distracciones, sería la opción ideal para terminar de diseñar la colección completa. Al fin y al cabo, ¿qué mejor lugar para inspirarme sobre la montaña que la propia montaña?

Reservé una habitación para aquel fin de semana. La Suite Baldaquín era la opción ideal para mí. Casi parecía cosa de magia: ¡una habitación que había permitido la entrada de la montaña! Solo con ver las fotos supe que allí encontraría lo que andaba buscando: madera, tonos de verde, luz, oxígeno…

Lo primero que me llamó la atención del hotel fue el silencio que se apreciaba en sus terrenos. Lo único que podía escuchar era el sonido del viento a través de los árboles y aquello, comparado con el incesante ruido de la ciudad, me pareció algo sobrenatural. Casi no podía creerlo. Respiré hondo durante unos minutos antes de entrar en el edificio, que parecía un palacio antiguo y orgulloso. Su fachada azul contrastaba con los tonos de los jardines que lo protegían del mundo exterior. Pasé al interior y descubrí que era tan tranquilo como los jardines; una suave melodía de jazz ambientaba el gran recibidor, donde la luz se colaba como si nada.

Mi intención al hospedarme en el hotel Ferrero era la de pasear por la montaña, pero me resultó inevitable visitar el spa durante aquella primera tarde. ¡No podía desaprovechar aquel espacio de desconexión que se me ofrecía! Además, ya que estaba allí, contraté un masaje para el día siguiente. Puestos a descansar hay que hacerlo bien, jaja.

A la mañana siguiente me puse mis botas de senderismo (sin estrenar) y salí a pasear por la sierra. En el hotel me proporcionaron un mapa con las rutas marcadas par a que no tuviese ningún problema. Disfruté de las maravillas de aquel paisaje, de las rocas agrestes, de las plantas aromáticas que inundaban el aire, de los extraños pájaros que no había visto hasta entonces… El paisaje se encontraba prácticamente intacto. Era como volver a la naturaleza, pero de verdad. Aquella fue una experiencia única que me atrapó durante horas. ¡Cuando quise darme cuenta era casi de noche!

Por suerte, pude regresar al hotel antes de que se hiciera oscuro y disfrutar de una increíble cena en el restaurante Santblai, que se encuentra dentro del hotel. Me sentía flotando en aquel momento. Tras un delicioso postre que no me hizo sentir culpable, volví a la habitación para disfrutar de un largo baño reparador.

Bien entrada la noche me senté en la cama para volcar en las páginas de mi cuaderno todo cuanto había experimentado durante el día. Cuando quise darme cuenta, la colección estaba completamente acabada. ¡Y solo había necesitado darme un paseo por aquella inesperada montaña! Ojeé los diseños uno tras otro y sentí que había logrado captar la esencia de la sierra en aquellas ideas. Incluso utilicé el tono de azul de la fachada del hotel en algún vestido.

De hecho, en honor a aquel lugar que tanto me había inspirado, supe que la colección solo podía llamarse Mariola.

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